Debemos abandonar el concepto de que un escritor es un mero observador: no es una cámara. Se espera de él que presente lo que no es visible de entrada. Debe revelar el mundo interior del hombre, y eso sólo es posible si el escritor ha experimentado algo similar a lo que describe. Esa es la única manera que tiene de comprender a sus personajes.
[…]
Pienso en Flaubert, por ejemplo: los especialistas en Flaubert han descubierto once mujeres que supuestamente son los prototipos de Emma Bovary, sin tener en cuenta la declaración que hizo Flaubert en una de sus cartas a su amigo Kahn: «Emma soy yo». Los lectores comprenderían mejor los libros que leen si supieran más psicología de la escritura.

Iliá Ehrenburg
(“The Paris Review”. 1953-1983)