Cuando Vladimir Nabokov leía sus clases de literatura, solía bromear o recurrir a efectos teatrales para llamar la atención. Así, una tarde somnolienta en que sus alumnos no lograban concentrarse, apagó las luces de la sala. Luego, bajó las persianas y se puso delante junto al interruptor. «En el firmamento de la literatura rusa ¡este es Pushkin!», dijo, y encendió un cenital en el extremo izquierdo. «¡Este es Gogol!», y se prendió una luz del medio. «¡Y éste es Chéjov!», y activó la luz de la derecha. Después fue hasta la ventana principal, soltó la persiana y mientras entraba toda la fuerza del sol, bramó: «¡Y ése es Tolstoi!»
(A través de «Cronopios»)

¡Y este es Nabokov!
Me parece que debió ser un gran profesor.
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