Mis libros no son objetos, sino fragmentos de mi vida. No podría desprenderme de ellos, sin sentir que perdía una parte de mi pasado. Además, soy escritor y crítico literario. Los necesito para hacer mi trabajo. No me he limitado a acumular títulos. Heredé la biblioteca de mi padre, al que perdí cuando era un niño, y gracias a eso he podido conocerlo mejor. Una biblioteca no es una colección, sino una autobiografía. Los libros han educado mi sensibilidad y me han ayudado a soportar la adversidad. Han sido mis maestros y mis ángeles de la guarda. Su presencia ha convertido mi hogar en un gabinete mágico. Mi biblioteca es una orilla de Ítaca, esa patria con la que todos soñamos y que algún día esperamos encontrar.
