P.: Hoy en día el proceso de escritura despierta mucho interés. Me pregunto si querría usted hablar un poco más de sus hábitos a la hora de escribir poesía. He oído decir que la compone a máquina.
R.: No siempre. Escribí buena parte de mi nueva obra de teatro, El viejo estadista, con lápiz y papel, sin pulir nada. Luego la pasé yo mismo a máquina antes de dársela a leer a mi mujer. Cuando paso a máquina yo, introduzco cambios bastante considerables. Aunque tanto da que escriba a mano o a máquina, cualquier composición un poco larga, como una obra de teatro, me exige una rutina horaria, por ejemplo de diez a una. He descubierto que tres horas al día es lo máximo que puedo dedicar a la composición en sí. Después quizá pulo algunos detalles. Al principio me encontraba con que a veces quería seguir escribiendo un rato más, pero cuando al día siguiente veía el resultado comprobaba que lo escrito tras esas primeras tres horas nunca era satisfactorio. Es mucho mejor parar y ponerse a pensar en otra cosa completamente distinta.

Entrevista con T.S. Eliot (“The Paris Review”. 1953-1983)