Aparecióseme ella y digo en verdad que el espíritu vital, que en lo recóndito del corazón tiene su morada, comenzó a latir con tanta fuerza que se mostraba horriblemente en las menores pulsaciones. Desde entonces enseñoreóse Amor de mi alma, que a él se unió incontinente y comenzó a tener sobre mí tanto ascendiente y tal dominio, por la fuerza que le daría mi misma imaginación, que vime obligado a cumplir cuanto se le antojaba.
Dante Alighieri
