El principio del iceberg. Ernest Hemingway

Si un escritor deja de ser observador está acabado. Aunque no hace falta observar de forma consciente ni pensar todo el tiempo en la posible utilidad de las cosas. Tal vez sea así al principio, pero luego todo lo que uno ve va a parar al gran depósito de cosas que sabe o ha visto. Por si a alguien le interesa, diré que siempre intento escribir de acuerdo con el principio del iceberg. Siete octavas partes del total están bajo el agua. Puedes ocultar a la vista cualquier cosa que sepas, y tu iceberg tendrá mayor solidez, lo importante es lo que no se ve. Si un autor omite algo porque no lo sabe, crea una laguna en el texto. El viejo y el mar podía haber tenido más de mil páginas, y podían haber aparecido todos los personajes del pueblo y todas sus historias personales sobre cómo se ganaban la vida, dónde nacieron, que tipo de educación recibieron, cuántos hijos tuvieron, etcétera. Hay escritores que hacen eso de forma extraordinaria, pero en literatura estás limitado por aquello que ya se ha hecho de forma satisfactoria, y por eso intenté aprender a hacer algo distinto. Lo primero que hice fue tratar de eliminar todo aquello que no es necesario para trasladarle al lector una experiencia de tal forma que, cuando termine de leer, pase a formar parte de su propia experiencia y tenga la impresión de que ha ocurrido de verdad. Eso es algo muy difícil, y me ha costado mucho trabajo lograrlo. En cualquier caso, por no entrar en detalles sobre cómo se hace, diré que en el caso de ese libro tuve mucha suerte y no sólo pude transmitir la experiencia por completo, sino que resultó ser una experiencia que nadie había relatado antes. Por fortuna tenía entre manos a un buen hombre y un buen chico, últimamente parece como si los escritores hubieran olvidado que todavía existen esas cosas. El océano es digno de ser objeto de literatura, al igual que el ser humano. Tuve suerte con eso. He visto marlines aparearse y sé cómo lo hacen, de modo que eso lo dejo fuera. He visto un banco de más de cincuenta cachalotes en esas mismas aguas, y una vez alcancé con el arpón a uno de casi dos metros, pero al final lo perdí, de modo que eso también lo dejo fuera, igual que todas las historias que conozco del pueblo de pescadores. Pero esos conocimientos son la parte del iceberg que no está a la vista.

Ernest Hemingway

Entrevista con Ernest Hemingway (“The Paris Review”. 1953-1983)

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