En esa vendimia han entrado también, cómo no, los libros que he leído y he incorporado al torrente de mi sangre, y que, ya leídos, son libros vividos, y que por tanto forman parte de mis experiencias personales e intransferibles. Lo que miro, lo que me cuentan, lo que siento, lo que leo y lo que escucho, todo eso y más va a parar a las alforjas sin fondo de la memoria, que todo lo guarda y todo le conviene, y donde el olvido va luego seleccionando, depurando, quitando y poniendo, cocinándolo a su gusto según una alquimia que solo ellos, el olvido y la memoria, conocen, y que nadie ha conseguido descubrir aún.

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