Básicamente, creo que un escritor es el que disiente, aquel que mira su propia vida y dice no quiero ser cómo soy, y al que no le gusta el mundo en el que vivimos. No creo que un escritor tenga que complacer nunca a nadie, la verdad. La labor de un escritor es producir un vértigo, una especie de identificación. Lograr que al leer su novela, o lo que escriba, la gente diga: «pero si esto habla de mí, me ha pasado a mí también». Esa es la única finalidad. Por eso no creo en la literatura del yo, sino en la supresión del yo, y cuento lo que me ha pasado porque creo que le ha pasado a todo el mundo.
