Un escritor es un hombre que, más que cualquier otro, es de la opinión de que resulta difícil escribir.

(…) No creo que la literatura nos pueda enseñar a vivir, pero las personas que tienen preguntas sobre cómo vivir tienden a recurrir a la literatura.

Sentarse tranquilamente bajo la luz de una lámpara con un libro abierto entre las manos, y conversar íntimamente con los hombres de otras generaciones, es un placer que traspasa los límites de lo imaginable.

Lo que hacen los libros es desgraciarlo al hombre, créalo. No conozco un solo hombre feliz que lea. Y tengo amigos de todas las edades. Todos los individuos de existencia más o menos complicada que he conocido habían leído. Leído, desgraciadamente, mucho.

Creo que, al igual que Montaigne tenía en aquel solitario torreón donde redactaba sus ensayos una serie de máximas latinas (incluso alguna griega, seguramente) escritas en el techo, que le servían de guía o de consuelo, algunas de estas frases podrían muy figurar en la biblioteca, despacho, se llame como se llame, celda, en fin, desde donde alguien trata de escribir, o “simplemente” lee.