François Mauriac contó lo siguiente:
Un chico de quince años, que se llamaba Paul Bourget, entró un día en un gabinete de lectura de la rue Soufflot y pidió el primer tomo del «Père Goriot». Era la una cuando empezó a leer; eran las siete cuando el joven Paul se encontró de nuevo en la acera: se había acabado la obra de un tirón. «La alucinación de esta lectura había sido tan fuerte -escribió Bourger- que me tambaleaba… La intensidad del sueño en que me había sumido Balzac produjo en mí efector parecidos a los del alcohol o el opio. Demoré varios minutos en volver a captar la realidad de las cosas a mi alrededor y mi triste realidad…»

James Salter. El arte de la ficción