De Rilke, sobre Rilke

Día de otoño

Señor: es hora. Largo fue el verano. 
Pon tu sombra en los relojes solares, 
y suelta los vientos por las llanuras. 

Haz que sazonen los últimos frutos; 
concédeles dos días más del sur, 
úrgeles a su madurez y mete 
en el vino espeso el postrer dulzor. 

No hará casa el que ahora no la tiene, 
el que ahora está solo lo estará siempre, 
velará, leerá, escribirá largas cartas, 
y deambulará por las avenidas, 
inquieto como el rodar de las hojas.

Rilke 2Rainer Maria Rilke.

 

 

 

 

 

Rilke y los ángeles

En la hora de su nacimiento, Rilke recibe seis nombres de pila. Se dijera determinado a atender a un numeroso subjetivismo cuya consecuencia principal será la selecta poesía que compuso. Su difícil madre lo cría como  a una niña en sustitución de una hija fallecida prematuramente. De la feminidad inicial, Rilke pasa luego a la aspereza del adiestramiento militar. No resiste. El resultado será el hombre sensible que conocemos. Un hombre que veía ángeles y parece escapar a todas horas de sí mismo acogiéndose a visiones, prodigándose en lances amorosos, viajando sin descanso. No fue sólo poeta. Ejerció el relato y escribió una novela y una copiosa correspondencia de considerable relieve literario. Sus cartas revelan inquietud religiosa y admiración por Mussolini. Algunos conocimos su poesía por la traducción de Ferreiro Alemparte en Ediciones Rialp. Yo la leí más tarde en versión original y tampoco la entendí del todo.

Fernando AramburuFernando Aramburu

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