Encuentro con Borges

Sensación de estar frente a la literatura, o mejor, de ver funcionar una maravillosa máquina de hacer literatura. Habla lento, con extraños cortes en el interior de la frase. Absurdamente, yo me sentía tentado a arrimarle las palabras, como si él se detuviera porque no las encontraba. Siempre él traía por fin una palabra distinta a la que yo imaginaba, más bella y más exacta que la mía. Hizo que le tocara la cabeza para notar la cicatriz del accidente que dio lugar a «El sur». No fue posible percibir ninguna marca, pero sentí que el acto era, en algún sentido, un ritual para él. Lo mismo al irme: me retuvo la mano un largo rato y yo temí ser quien estuviera reteniéndosela, pero al fin la apretó más levemente y volvió a sonreír. Es menos alto de lo que yo recordaba y más bello: ojos grises, sonrisa suave. Imposible hacerle decir algo distinto a lo que dice siempre, lo cual no cambia la magia que construye al hablar para decir lo mismo que uno ha leído. Emocionado cada vez que lo escuchaba usar un tono sentencioso y hondo para recitar textos suyos o de otro. (Manos chicas y feas, zapatos absurdamente viejos y una entonación inolvidable al hablar.)

Ricardo Piglia. Los diarios de Emilio Renzi. Años de formaciónRicardo Piglia. Los diarios de Emilio Renzi

Esta entrada fue publicada en Historia de la literatura y etiquetada , . Guarda el enlace permanente.

Deja un comentario