Según Silvina Ocampo, Borges y Bioy Casares, lo que en literatura hay que evitar:
— Las curiosidades y paradojas psicológicas: homicidas por benevolencia, suicidas por contento. ¿Quién ignora que psicológicamente todo es posible?
— Las interpretaciones muy sorprendentes de obras y de personajes. La misoginia de Don Juan, etcétera.
— Parejas de personajes burdamente disímiles: Quijote y Sancho, Sherlock Holmes y Watson.
— Diferenciación de personajes por manías. Cf.: Dickens.
— Méritos por novedades y sorpresa: Trick-stories. La busca de lo que todavía no se dijo parece tarea indigna del poeta de una sociedad culta; lectores civilizados no se alegrarán en la descortesía de la sorpresa.
— En el desarrollo de la trama, vanidosos juegos con el tiempo y con el espacio: Faulkner, Priestley, Borges, etcétera.
— El descubrimiento de que en determinada obra el verdadero protagonista es la pampa, la selva virgen, el mar, la lluvia, la plusvalía. — La enumeración caótica. — Poemas, situaciones, personajes con los que se identifica el lector.
— Frases de aplicabilidad general o con riesgo de convertirse en proverbios o de alcanzar la fama (son incompatibles con un discours cohérent).
— Personajes que pueden quedar como mitos.
— Metáforas en general. En particular, visuales; más particularmente, agrícolas, navales, bancarias. Véase Proust.
— Libros que fingen ser menús, álbumes, itinerarios, conciertos.
— Lo que puede sugerir ilustraciones. Lo que puede sugerir filmes.
— La vanidad, la modestia, la pederastia, la falta de pederastia, el suicidio.
