Los libros

Yo comprendí que el don o la gracia de pensar con amplio alcance y con multitud de conexiones, que ese modo fastuoso y único de contemplar el mundo al mismo tiempo en muchos aspectos, sólo se concede a quien ha asumido en sí, por encima de su propia experiencia, la preservada en los libros de muchos países, personas, épocas, y quedé estremecido por lo limitado que tiene que experimentar el mundo quien se priva del libro. […] Porque, cuando leemos, ¿qué hacemos sino vivir el interior de personas ajenas, ver con sus ojos y pensar con su cerebro? Y entonces, desde ese instante feliz y agradecido, me acordé cada vez con más viveza y reconocimiento de las innumerables satisfacciones que había recibido de los libros. Me acordé de las decisiones importantes que se originaron en los libros, de encuentros con autores fallecidos hace mucho tiempo que fueron más importantes para mí que algunos con amigos y mujeres, de noches de amor con libros en las que uno, como en las otras, pierde feliz el sueño por placer. Y cuando más reflexionaba, más reconocía que nuestro mundo espiritual se compone de millones de mónadas de impresiones individuales, de las que sólo un número ínfimo procede de lo contemplado y experimentado, mientras que todas las demás las debemos a los libros, a lo leído, a lo trasmitido, a lo aprendido.

Stefan ZweigStefan Zweig. «El libro como acceso al mundo»

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