Melancolía hermética

DIGAMOS que ha llegado la noche y que ha amainado el viento y que los árboles verdiazules se han vuelto grises y que las montañas heladas, bruñidas bajo el rostro cicatrizado de la luna, son como fantasmas, inmóviles en la distancia, y que la débil luz de la luna inunda el cuarto en el que te sientas a una mesa, mirando fijamente un vaso de whisky, y donde has estado durante tanto tiempo que la noche, tan quieta, tan austera, se ha convertido no sólo en tu día sino en tu vida toda; y digamos que mientras estás ahí el sol, el sol de verdad, ha salido, y se te ocurre que lo que extrajiste de la noche fue sólo una posibilidad, una forma indolora, enrarecida de la desesperación que podría llevarte, de continuar, a una conclusión indeseada, y descubres que las palabras que escogiste no eran las palabras correctas —nunca fuiste la persona que sugerían que eras; ahora digamos que hay una pistola cargada en la casa y juegas con la idea de usarla y dices, “Adelante, pégate un tiro”, pero también aquí las palabras no son las adecuadas, así que, como has hecho en tantas otras ocasiones las revisas antes de que sea demasiado tarde.

Mark StrandMark Strand. Casi Invisible.

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