[…] Pues lo que hace falta es sólo esto: soledad, gran soledad interior. Ir-hacia-sí, y durante horas no encontrar a nadie; he ahí lo que hay que lograr. Estar en soledad como lo estaba uno de niño, cuando las personas mayores iban y venían enredadas en cosas que si aparecían importantes y grandes era porque esos mayores tenían el aire tan atareado y porque nada se comprendía de su hacer.
Y un día cuando se advierte que sus ocupaciones son míseras, yertas sus profesiones, y que ya no están vinculadas con la vida, ¿por qué no continuar igual que un niño, mirándolas como algo extraño, desde el fondo del mundo propio, desde el ámbito de la soledad propia, que es también trabajo y jerarquía y oficio? ¿Por qué empeñarse en trocar en hurañía y desprecio la sabia incomprensión de un niño, puesto que no comprender es estar solo, y qué hurañía y desprecio significan participación en aquello de que uno quiere apartarse por estos medios?
Piense, querido señor, en el mundo que usted lleva dentro, y denomine este pensar como quiera, ya sea recuerdo de la infancia propia o anhelo de lo futuro; pero esté atento a lo que en usted se eleva, y sitúelo sobre todo lo que observa en torno suyo. Su acontecer íntimo es digno de todo su amor; en él debe usted trabajar de algún modo y no perder demasiado tiempo ni demasiado ánimo en aclarar su posición respecto a los demás. […] Su profesión es dura, lo sé, y está en plena contradicción con usted mismo; y preveía su queja, y sabía que vendría. Ahora que ha venido, no puedo mitigarla; sólo puedo aconsejarle que considere si todas las profesiones no son así, si no están llenas de exigencias, llenas de hostilidad hacia el individuo, saturadas del odio de aquellos que se han adaptados mudos y hoscos al deber insípido.
[…] si no hay afinidad entre los hombres y usted, trate de estar cerca de las cosas, ellas no lo abandonarán. Todavía quedan las noches y los vientos que van a través de los árboles y sobre muchas tierras; todavía en las cosas y en los animales todo es acaecimientos, de los que usted puede participar; y los niños son siempre lo que usted fue de niño -así tristes y felices-; y si piensa en su infancia, revivirá entonces en medio de ellos, en medio de los niños solitarios; y los adultos nada son, y su dignidad nada vale.[…]
Rainer Maria Rilke. Cartas a un joven poeta
Maravilloso
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