La humanidad ha perdido grandes cosas en su largo viaje de siglos a caballo de la intransigencia, el odio, la guerra y el fundamentalismo. Pero la pérdida peor de todas puede que no sea otra que la de las bibliotecas de las culturas griega y romana. Quemar libros, por otra parte, ha sido una de las pasiones favoritas de los hombres atacados por
la fe ciega, fuesen bárbaros, árabes o cristianos. Y también de aquellos que han detentado un poder político sostenido sobre el pensamiento único, como los nazis, que hicieron pira en Berlín, poco antes de la II Guerra Mundial, con los libros que consideraban dañinos para su ideología. Y aún arden libros en el mundo cuando el atroz nacionalismo decide imponer la razón suprema de la sangre por encima del impulso de libertad.
