Final
Se acercó a la ventana y miró el jardín delantero, donde destacaba el rótulo de Se Vende cerca de la entrada de la calle. Roger se sentó en el suelo; quería empaparse de la sensación de que todo aquello había dejado de ser suyo. Sumergirse en ella. Resultaba extraño estar en una casa completamente vacía. Ponía de manifiesto que una casa, más que un objeto valioso por sí mismo, era un escenario, un lugar donde se representaba la vida. El vacío no era siniestro; no había allí ninguna vibración tipo Mary Celeste que pudiera detectarse. Era más como si ellos hubieran dicho adiós a la casa y la casa les hubiera dicho adiós a ellos. Se habían mudado y la casa esperaba a que llegasen nuevos habitantes. También esperaba un nuevo estreno; esperaba representar una nueva obra. (…)
Volvió a la planta baja. Estuvo en la salita por última vez, encendió y apagó las luces de la cocina por última vez, estiró los brazos en el comedor y giró sobre sus talones por última vez, miró el jardín por última vez, miró el pasillo por última vez, cerró la puerta de la calle por última vez y echó la llave. Dicen que es mejor alejarse rápidamente y no mirar atrás, pero optó por apoyar la cabeza en la puerta durante un momento, los últimos segundos de contacto físico con lo más grande, lo más caro y más representativo que había tenido en su vida. (…)