Lectura: «Capital» (II)

Gafas

Max era uno de esos hombres que se definían por sus gafas. Conforme se generalizaban el uso de lentes de contacto y la cirugía del ojo, las gafas se volvían una deliberada declaración de principios, no la clase de gafas, sino el solo hecho de llevarlas. Eran una forma de estar por encima de la vanidad (muy extendida entre los obsesos del trabajo intelectual y entre ciertas clases de actores y músicos) o de tratar de parecer más inteligente (algo muy extendido entre las modelos cuando no están en la pasarela) o de expresar desdén intelectual por los disfraces al estilo de elhábito-hace-al-monje (arquitectos, diseñadores) o de ser demasiado pobre o demasiado indiferente. En el caso de Max eran un mecanismo de defensa o un camuflaje. Contribuían a tapare la cara.

Capital. Lanchester

 

 

 

 

 

 

 

Mediocridad de la clase media

Mediocridad de clase media.
Mediocridad de zona residencial.
Una cultura que adora abiertamente el término medio.
Una sociedad que permite que la idea de élite exista sólo en relación con el deporte.
Una cultura de gordos, de ociosos, de gente que ve la televisión reality, gente que no está interesada por nada que no sea la fama, gente que come por la calle, gente que proclama su vulgaridad cada vez que abre la boca.
La City de Londres es uno de los pocos lugares donde se pone en tela de juicio esta tiranía de lo mediocre, lo vulgar, lo mediano, lo banal, lo ordinario, lo complaciente. La City es uno de los pocos lugares donde se permite al individuo ser extraordinario. No, es mejor que eso. La City es uno de los escasos lugares donde se invita al individuo a que exponga su condición extraordinaria. No importa lo que el individuo en cuestión afirme; afirmar que es esto o aquello no significa nada. Afirmar carece de efecto. Hay que demostrarlo.

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