Textos (y V). Primavera

Se prepara una tormenta. Estoy en la hamaca, un cigarro en los labios y El canto del mundo de Giono bajo los ojos, cuando la tormenta estalla. En segundos la tempestad baja de las montañas. El viento abre a dentelladas la llanura de hielo. En diez minutos el deshielo arruina los trabajos del invierno para ordenar el mundo. La primavera es un espectáculo que debía de consternar a los generales prusianos. Es un ruso el que celebró su consagración.

El hielo se disloca, el agua recupera la libertad. Talla canalones entre las placas o sumerge los témpanos. La lluvia no encuentra el camino de la tierra. Regueros de agua suben al cielo en los torbellinos del viento (…) Esta mañana, el lago es una llanura líquida.

En la orilla, los acontecimientos de los últimos días han liberado la vida. El día está lleno de moscas. Echo la siesta sobre guijarros entibiados. Sobre el talud, los ramos de anémonas puntean la arena. “Hay patos en el agua, ávidos de amor y de agua fresca. Pasaban el buen tiempo en el sur. Cuando los perros corren hacia ellos, despegan patéticamente. Los hombres empezaron imitando a los pájaros para construir aviones, los patos imitan a los aviones primitivos. Las costas están agitadas por encuentros aéreos permanentes. Planean águilas, hay ocas patrullando en bandadas, las gaviotas se alternan en las caídas en picado, y las mariposas, asombradas de vivir, titubean en el aire. Cuarenta y ocho horas han bastado para que la primavera confirme su golpe de estado.

Un oso encima del talud rocoso asoma la cabeza entre los rododendros (…) “Los rusos son claros: en caso de un encuentro, no escaparse, no mirar al animal, no hacer movimientos bruscos, retirarse de puntillas murmurando palabras tranquilizadoras. El problema está en la inspiración. ¿Qué decirle al oso? No he preparado nada, y retrocediendo lentamente no se me ocurre más que esto: «¡Jódete, conejo gordo!». El ensalmo funciona, el oso se retira revolviendo los arbustos.

Los que cavan, los que agujerean, los que rompen, los que amasan y los que construyen, los que tienen pinzas, los que taladran, los que se sirven de raspadores, espolones o trompas, los que se arrastran, los que caminan, los que vuelan y los que se trasladan sobre el lomo de uno más fuerte, los que imitan y los que se disfrazan, los de la noche, los del día y los del crepúsculo, los que ven, los que huelen: todos salen del letargo y vienen a asistir a la liberación del agua como esos amigos que dan la bienvenida a un preso, el día de la salida de la cárcel. Pese al gran sueño, no han olvidado los gestos y los reflejos. El pueblo de los insectos se dispone a invadir los bosques, y me siento menos solo. 

Los primeros rayos entran en la cabaña y bailan en el piso: no hay espectáculo más alegre. El sol me hace fiestas igual que los perros. 

Una escuadrilla de gansos negros se posa en una franja de agua abierta entre tres inmensos festones de hielo. Despegan en formación perfecta en dirección a Mongolia. En mi bahía juega una pareja de mergos. Paso horas con los gemelos en los ojos observando sus crestas de punks. Arlequines zambullidores aterrizan a toda velocidad en un canal estrecho. Los patos están atildados como para un baile, y cuando salen volando todo indica que saben muy bien adónde van.

¿Cómo es posible preferir poner a los pájaros en la mira de un fusil antes que en el cristal de los gemelos?

También se puede cerrar los ojos: el párpado es el biombo más eficaz entre uno y el mundo.

Contemplo las demostraciones aéreas de gansos y patos, sentado en la mesa de la playa como uno de esos jueces de patinaje artístico listos para levantar su pancarta con el puntaje.

Sylvain Tesson. La vida simple

Final

Vine aquí sin saber si tendría la fuerza de quedarme, parto sabiendo que volveré. Descubrí que habitar el silencio era una fuente de juventud. Aprendí dos o tres cosas que mucha gente sabe sin recurrir al encierro. La virginidad del tiempo es un tesoro. El desfile de las horas es más trepidante que la tala de los kilómetros. La vista no se cansa nunca de un espectáculo de esplendor. Más se conocen las cosas, más bellas se vuelven.(…) “Fui libre, pues sin el otro, la libertad no tiene límites. Contemplé el poema de las montañas y tomé té mientras el lago se cubría de rosa. Maté el deseo del futuro. Respiré el aliento del bosque y seguí el arco de la luna. Tuve marchas difíciles en la nieve y olvidé la dificultad en la cima de las montañas. Admiré la vejez de los árboles, domestiqué paros, vi la vanidad de todo lo que no es reverencia a la belleza. Eché una mirada a la otra orilla. Conocí semanas de nieve silenciosa. Amé estar al calor en mi choza mientras la tempestad desencadenaba su furia. Saludé el retorno del sol y de los patos salvajes. Arranqué la carne de los pescados ahumados y sentí cómo la grasa de las huevas de salmón me refrescaba la garganta.

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