Textos (II) De Rusia y los rusos

Me gustan los nombres de las calles en Rusia. En las aldeas se encuentra la «calle del Trabajo», la «calle de la Revolución de Octubre», la «calle de los Partisanos», y, a veces, la «calle del Entusiasmo», por la que circulan lentamente viejos autos grises.

Empujo la puerta de la cabaña. En Rusia, la formica triunfa. Setenta años de materialismo histórico han aniquilado todo sentido estético en el ruso. ¿De dónde viene el mal gusto?

Sylvain Tesson. La vida simpleSoy el burgués que defiende la superioridad del parqué sobre el linóleo. El esteticismo es una desviación reaccionaria. 

Los rusos construyen siempre las cosas en la urgencia, como si los soldados fascistas fueran a aparecer en cualquier momento.

Los rusos hacen tabla rasa del pasado, nunca de sus desperdicios. ¿Tirar algo? Antes morir, dicen. 

Los eslavos pueden pasarse horas mirando humedecerse los vidrios. A veces, se levantan, invaden un país, hacen una revolución, y después vuelven a soñar frente a sus ventanas, en cuartos recalentados.  

…la dejo, después de haber confirmado mi amor por Rusia, nación que manda cohetes al espacio y donde se combate contra los lobos a pedradas.

En Afganistán, los norteamericanos ponen punto final a las fiestas sorpresa lanzando un misil sobre los grupos de festejantes que vacían sus cargadores hacia el cielo. Los rusos se encargan ellos mismos de dispararse.

La cabaña cumple la función maternal. El peligro está en encontrarse demasiado bien en la cueva y vegetar en estado de semihibernación. Esta inclinación amenaza a los siberianos que no logran abandonar la atmósfera de su cabaña. Se retrotraen al estado de embrión y remplazan el líquido amniótico por el vodka.

Esta entrada fue publicada en El oficio de lector, Lecturas y etiquetada , . Guarda el enlace permanente.

Deja un comentario