Rusia, 1938, algunos personajes de la novela, reunidos en una habitación en plena tertulia literaria, temen ser vigilados, escuchados…
Aleksandra ahogó una risita. Esa costumbre de hablar mirando a la pared era nueva, sobre las escuchas telefónicas nadie tenía ya la menor duda y por eso, últimamente, la gente había empezado a discutir acerca del asunto de las paredes: ¿habrían puesto micrófonos en las paredes? Y de ser así, ¿en cuáles? En los círculos de ellos se creía que esa opción no era factible y, en caso de que lo fuera, se dedicarían a escuchar a personas más importantes que ellos, a pesar de todo lo cual les quedaba la duda, por lo que habían aprendido que había cosas que era mejor decírselas a la pared.
