Creo que el novelista debería saber en cuanto se pone a escribir qué va a suceder, cuál va a ser el acontecimiento decisivo. Tal vez altere ese acontecimiento a medida que avanza, es muy probable que lo haga y que incluso sea mejor para que la novela no resulte predecible y rígida. Pero en las novelas que he escrito es esencial la sensación de un firme obstáculo que es preciso sortear -una montaña, por ejemplo, que hay que rodear, escalar o atravesar- en torno al cual gira la historia.
